Dimensiones de desarrollo en la primera infancia.
El niño en edad preescolar presenta características físicas, psicológicas y sociales propias de su
desarrollo; se encuentra en la construcción constante de su personalidad como ser único e
irrepetible, con formas propias de aprendizaje además de pensar y sentir de forma particular y de
tener un interés marcado por conocer y descubrir el mundo.
Es allí donde el preescolar se convierte en un espacio de formación, acompañamiento y
fortalecimiento de la calidad educativa ya que busca en su misión que los niños y niñas como
seres educables puedan tener acceso al conocimiento, favoreciendo su desarrollo integral y las
posibilidades de acción.
Dimensión Socio-afectiva. Esta dimensión está referida al contexto en que se desenvuelve
el niño desde su nacimiento y al tipo de relaciones que establece con las personas con quienes
convive, se comunica y comparte fortaleciendo normas, valores, derechos, deberes y la
capacidad de ser independiente y autónomo . Se relaciona también a su parte biológica y afectiva, las cuales son constituidas en procesos, que
le permiten ir creando su propio esquema de convicciones morales teniendo en cuenta sus ritmos
y tiempos de aprendizaje.
Dimensión Psicomotriz. En el comienzo del preescolar, a los tres años de edad, ya ha
concluido la fase fundamental de mielinización de las neuronas, con lo cual se está en
condiciones de realizar actividades sensoriales y de coordinación de manera mucho más rápida y
precisa. Es de resaltar la maduración notable del lóbulo frontal sobre los cinco años, que permite
importantes funciones de regulación, planeamiento de la conducta y actividades que eran
inicialmente involuntarias, como es el caso de la atención, la cual por ejemplo, se va haciendo
más sostenida, menos lábil y más consciente. De igual forma la capacidad perceptiva es
fundamental para el desarrollo de las otras capacidades que se sintetizan o unifican en el proceso
de pensar. Se podría decir que desde la dimensión corporal se posibilita la construcción misma de la
persona, la constitución de una identidad, la posibilidad de preservar la vida, el camino de
expresión de la conciencia y la oportunidad de relacionarse con el mundo.
Dimensión Comunicativa. En esta dimensión el niño en edad preescolar expresa
conocimientos, ideas, acontecimientos y fenómenos de la realidad, satisface necesidades, forma
vínculos afectivos, expresa emociones y sentimientos. Se concentra en las cualidades más
esenciales que no logra con los sentidos; para descubrirlas, comprenderlas y asimilarlas. Necesitan un intermediario para sus discusiones y confrontaciones. El uso cotidiano del idioma
le permite centrar su atención y contenido de lo que desea expresar del conocimiento elaborado,
construye lenguaje en forma de expresión de pensamiento, se potencia el proceso de
pensamiento con un sistema simbólico y formas comprensivas del lenguaje.
Dimensión Cognitiva. Entender el desarrollo de la dimensión cognitiva en el niño que
ingresa al nivel de educación preescolar, remite necesariamente a la comprensión de los orígenes
y desarrollo de la gran capacidad humana para relacionarse, actuar y transformar la realidad, es
decir, tratar de explicar cómo empieza a conocer, cómo conoce cuando llega a la institución
educativa, cuáles son sus mecanismos mentales que se lo permiten y cómo se le posibilita lograr
un mejor y útil conocimiento.El niño, apoyado en las experiencias que le proporciona su contexto particular, en el cual la
familia juega un papel vital, desarrolla su capacidad simbólica, que surge inicialmente por la
representación de los objetos del mundo real, para pasar luego a las acciones realizadas en el
plano interior de las representaciones, actividad mental, y se manifiesta en la capacidad de
realizar acciones en ausencia del modelo, realizar gestos o movimientos que vio en otros, y pasar
a jugar con imágenes o representaciones que tiene de esos modelos.
Dimensión estética. La dimensión estética en el niño juega un papel fundamental ya que brinda la posibilidad de construir la capacidad
profundamente humana de sentir, conmoverse, expresar, valorar y transformar las percepciones con respecto a sí mismo
y al entorno, desplegando todas sus posibilidades de acción. El niño, en esa permanente interacción consigo mismo, con
sus pares y con los adultos, especialmente con sus compañeros, el docente y padres de familia, manifiesta sus
sensaciones, sentimientos y emociones, desarrolla la imaginación y el gusto estético garantizando climas de confianza y
respeto, donde los lenguajes artísticos se expresan y juegan un papel fundamental al transformar lo contemplado en
metáforas y representaciones armónicas de acuerdo con las significaciones propias de su entorno natural, social y
cultural.
Dimensión espiritual. El desarrollo de esta dimensión en el niño, le corresponde en primera instancia a la familia y posteriormente a la
institución educativa, al establecer y mantener viva la posibilidad de trascender como una característica propia de la
naturaleza humana, la espiritualidad.
El espíritu humano crea y desarrolla mediante las culturas y en las culturas un conjunto de valores, de intereses, de
aptitudes, actitudes de orden moral y religioso con el fin de satisfacer la necesidad de trascendencia que lo caracteriza.
Lo trascendente en el niño, por tanto, se puede entender como el encuentro del espíritu humano con su subjetividad, su
interioridad y su conciencia, estados profundos de la dignidad y libertad del ser humano, lo cual supone que el adulto
tenga un conocimiento de las características propias de la subjetividad, la interioridad y la conciencia en formación del
niño.
Dimensión ética. La formación ética y moral en los niños, una labor tan importante como compleja, consiste en abordar el reto de orientar
su vida. La manera como ellos se relacionarán con su entorno y con sus semejantes, sus apreciaciones sobre la
sociedad y sobre su papel en ella, en fin, aprender a vivir.
Desde los primeros contactos que los niños tienen con los objetos y personas que lo rodean, se inicia un proceso de
socialización que los irá situando culturalmente en un contexto de símbolos y significados que les proporcionará el apoyo
necesario para ir construyendo en forma paulatina su sentido de pertenencia a un mundo determinado y sus elementos
de identidad.
En este proceso de socialización comienza también el proceso de formación ética y moral de los pequeños. Los adultos
con sus formas de actuar, de comportarse, de hablar, y los objetos con su carga simbólica, se han encargado de crearle
una imagen del mundo y de su eticidad. Durante los primeros años los niños irán adoptando de manera heterónoma
esas formas de estar en el mundo que le son dadas por los adultos que los rodean.
Dejaré adjunto tres enlaces que te ayudarán a profundizar mas sobre este tema tan interesante.